Encontrar a Cristo en la calma

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Encontrar a Cristo en la calma

Por Padre Dan Dorsey

Como misionero a menudo me siento un poco abrumado con todas las responsabilidades previas a celebrar la Navidad. Con muchas expectativas y obligaciones, para cuando llega el 25 de diciembre me siento sin inspiración y exhausto.

¿Se han sentido alguna vez así, durante las fiestas decembrinas?

Si sienten que el ajetreo de la temporada está reemplazando la alegría de esta época, por favor hagan una pausa y acompáñenme en una meditación de Adviento.

Primero encuentren un lugar en calma, donde no puedan ser interrumpidos. Siéntense en una silla cómoda y cierren sus ojos. Tomen respiraciones profundas y permitan que la calma los invada.

Imaginen que están caminando a través del bosque en una tarde de diciembre y de repente empieza a nevar – la nieve es como una cobija que rápidamente transforma el bosque en un territorio tranquilo. Mientras respiran el aire frío, ustedes están logrando una sensación de bienestar.

Ustedes realizan una pausa por un momento y se maravillan ante la belleza de los árboles y la delicada caída de los copos de nieve. Está todo en calma aquí. Escuchen su corazón en el silencio. Inviten a que la paz de Dios llene sus corazones.

A la distancia, se puede escuchar la voz de una mujer joven. Su voz es clara y delicada pero denota un poco de angustia. Ella está conversando con alguien más, pero sólo se puede escuchar su voz.

El temor en su voz es sútilmente diferente al temor que ustedes han conocido en sus vidas. “’¿Cómo será esto?”, dice ella (Lucas 1,34a). Es una pregunta que llena de duda y asombro.

Ustedes se han hecho esta pregunta frecuentemente en su vida cuando se encuentran confundidos y desconcertados. La conversación continúa y después de nuevo hay silencio.

Escuchen al silencio… Está lleno con la obscuridad de las noches y la luz de los días. Contiene esperanza y miedos, dudas y alegrías de la humanidad desde el principio de los tiempos.

Silencio.

Después de un largo tiempo, escuchan las siguientes palabras, claramente pronunciadas: “Sí”. (Lucas 1,38).

Una palabra dicha por una mujer joven transforma la calma en un instante. El Hijo de Dios se hizo carne. La Luz del Mundo penetra la obscuridad de los corazones humanos. Los ojos de los ciegos son abiertos. Las espadas se transforman en rejas de arado. De repente miles de voces alegres inundan el silencio: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!”. (Lucas 2,14)

Conforme su viaje de Adviento llega al final, tómense un momento para escuchar de nuevo los sonidos de su alma. ¿A qué me está llamando Dios durante estos días de diciembre?

Dejen que la serenidad y la calma de su caminata les abra la ruta a la alegría y esperanza, que nace de María. Nuestro querido Salvador está esperando nacer en cada uno de nosotros también

¡Alégrense! Un día nuevo y glorioso ha comenzado. ¡Cristo es el Señor!