‘Aunque es pobre la morada, se las doy de corazón’

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‘Aunque es pobre la morada, se las doy de corazón’

—Por el padre Neil Pezzulo.

He llegado a saber que la Navidad se acerca rápidamente cuando comenzamos a celebrar las Posadas en las parroquias. La celebración de las Posadas es una tradición que ocupa un lugar destacado en las festividades navideñas en México y Centroamérica (y cada vez más al norte de la frontera también). Estas celebraciones comunitarias tienen lugar en cada una de las nueve noches previas a la Navidad, del 16 al 24 de diciembre.

La palabra posada significa “alojamiento” u “hospedaje” en español. En esta tradición, se recrea la historia bíblica del viaje de María embarazada y José a Belén, y su búsqueda de un lugar para quedarse. La tradición también incluye una canción especial, oración, una variedad de villancicos mexicanos, quiebra de piñatas y celebración.

Una Posada comienza con una procesión en la que los participantes sostienen velas y cantan villancicos. A veces, hay personas que interpretan los papeles de María y José, quienes abren el camino, o se llevan imágenes que los representan. La procesión se dirige a una casa particular (una diferente cada noche), donde se canta una canción especial: la Canción Para Pedir Posada. A menudo, la Posada culmina con chocolate caliente y pan dulce para todos los asistentes.

Las Posadas se llevan a cabo en barrios de todo México y Centroamérica; también se están volviendo populares en los Estados Unidos. Pero, para mí, esta celebración es bastante nueva. Cuando era niño, no celebrábamos las Posadas. Avanzábamos a todo vapor con la Navidad y todo lo que eso conlleva; sin embargo, ahora me encuentro esperando con ansias y valorando las Posadas como un tiempo de oración y hospitalidad. Instintivamente sé que se acerca la Navidad cuando empezamos las Posadas.

Todos somos peregrinos

Una tarde fría de hace un par de años, me encontraba afuera de la casa, con alrededor de setenta y cinco personas. Teníamos frío, estaba oscuro; cantamos, oramos y celebramos este regalo, el regalo de las Posadas.

Aunque a veces me cuesta entender y apreciar la inmensidad de esta tradición, recuerdo los desafíos de María y José en su viaje a Belén. Al no encontrar alojamiento, continuaron, sin poder encontrar un lugar para que María diera a luz. Al parecer no se desesperaron. Continuaron en la fe.

También reconozco rápidamente que mis problemas son pequeños. Tengo un lugar donde quedarme, tengo recursos o acceso a recursos. Muchas personas que conozco no tienen todo esto.

En un momento de la oración, me encuentro mirando a mi alrededor y dándome cuenta de que yo también estoy esperando que me dejen entrar. Yo también estoy esperando recibir la hospitalidad (y calidez) de mis anfitriones. Yo también busco posada.

La hospitalidad

Recibir hospitalidad se ha convertido para mí en el centro de la Navidad. Para mí es más fácil ofrecer hospitalidad que recibir, pero durante las posadas y la preparación para la Navidad, se nos pide recibir. Recibir a la Sagrada Familia, con todo lo que trae y recibir al niño que ha de nacer. 

En mis esfuerzos por recibir la hospitalidad que se ofrece, he descubierto que el camino más verdadero hacia este regalo llega a través de aquellos que celebran las Posadas conmigo, los que albergan las oraciones, los que me ayudan a encontrar la oración o canción adecuada en los libros y los que ofrecen saludos. Recibo la hospitalidad de la comunidad, a menudo de la comunidad de inmigrantes, a quienes solía considerar desconocidos o extranjeros. Ahora, ellos son verdaderamente mis hermanas y hermanos en Cristo. Ellos también esperan recibir la hospitalidad de Cristo.

Esta es una experiencia nueva y emocionante. Como sacerdote, siempre siento que me corresponde ser yo quien recibe al desconocido. Me encanta el pasaje de Hebreos 13, 2: “no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo”.  Las Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, son claras, tan claras que la idea de dar la bienvenida al desconocido es fundamental para nuestra propia comprensión de lo que significa seguir a Jesús.

Aquí estoy, afuera, en la oscuridad y el frío, cantando y rezando para que el anfitrión abra la puerta y nos deje entrar… déjame entrar. Y me doy cuenta de que aquellos con quienes estoy cantando y orando me han dejado entrar. Me han invitado, me han incluido y le han dado la bienvenida al desconocido en sus vidas, sus oraciones y sus corazones. Resulta que yo soy el desconocido.

La alegría y el asombro de la Navidad me llegan al orar y participar en Las Posadas. Es allí, en el frío y la oscuridad de las noches de diciembre, donde encuentro el milagro de la Navidad. El mensaje es claro: debemos dar la bienvenida al desconocido, debemos brindar hospitalidad al forastero, debemos abrir nuestras puertas de par en par y regocijarnos de que la salvación ha llegado a esta casa, nuestra casa.

Lo que siempre es una sorpresa y una bendición es que para mí, esta bienvenida ha llegado en el frío y la oscuridad del comienzo de las oraciones de Posada y me llega a través de las personas que alguna vez consideré extrañas o foráneas y ahora veo como amigos. Son mis hermanos y hermanas en Cristo. Son mis compañeros de viaje.

—El padre Neil Pezzulo, de Glenmary, es párroco de las misiones San Juan Pablo II y Santa Teresa de Calcuta, en los condados Grainger y Union, Tennessee, respectivamente.