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“GLENMARY SIRVE DONDE SE NECESITA”

Nacido en Colombia, el obispo Luis R. Zarama es el primer latino en liderar la Diócesis de Raleigh, en Carolina del Norte.
-Foto Cortesía de Kendall McLaren, de USCCB.

Nacido en Colombia, el obispo Luis R. Zarama es el primer latino en liderar la Diócesis de Raleigh, en Carolina del Norte. -Foto Cortesía de Kendall McLaren, de USCCB.

Por Omar Cabrera.

Tres años después de su ordenación como sacerdote, Luis Rafael Zarama fue asignado a dos parroquias ubicadas en pequeños pueblos al norte de Atlanta, Georgia. Estas eran misiones donde Glenmary había servido antes de la llegada del joven sacerdote.

Zarama recuerda que cuando él llegó, constató “los frutos del trabajo, de la entrega y de la generosidad que ellos (los padres de Glenmary) tuvieron durante el tiempo que sirvieron en ese lugar”.

Una década más tarde, en 2017, el Papa Francisco nombró a Zarama como el primer obispo latino de la Diócesis de Raleigh, en Carolina del Norte. Como tal, ahora Zarama -originario de Colombia- supervisa 80 parroquias y más de 140 sacerdotes, incluyendo dos de Glenmary.

El obispo Zarama durante una celebración de confirmaciones, junto al padre Vic Subb, de Glenmary, y jóvenes de la parroquia Santa Juana de Arco, en Plymouth, Carolina del Norte.

El obispo nos recibió recientemente en su oficina en Raleigh, donde conversamos sobre la creciente presencia de latinos en la Iglesia Católica en Estados Unidos y el rol de Glenmary, entre otros temas.

P- Así que sus primeras parroquias habían estado antes a cargo de sacerdotes de Glenmary. Cuéntenos un poco más al respecto.

R- Ellos fueron los que estuvieron ahí cuando se empezó a celebrar la misa en un salón social, poco a poco se construyó una iglesia, fue creciendo la comunidad en un área rural donde los católicos no eran nada. Pues, con la presencia de los Glenmary, los poquitos católicos encontraron a través de la Eucaristía una forma de unirse, de empezar a vivir la fe, de trabajar por la fe, de hacer presencia en el pueblo, de construir una iglesia, de formar comunidad. Y después, ya cuando yo llegué, la iglesia se quedó pequeña, y tocó hacer un proyecto para construir una más grande, por la forma en cómo creció la comunidad.

P- ¿Qué opinión le merece este trabajo de Glenmary de llevar la presencia de la Iglesia a pequeños pueblos como estos en los que usted sirvió como párroco?
R- Yo creo que es lo que el Santo Padre habla de ir a las periferias. Esa es la realidad, es el servicio donde se necesita, en los lugares que por lo general pocos tienen la voluntad de servir o pocos tienen la voluntad de ir y es donde se necesita, donde se necesita el servicio.

La Iglesia y los católicos debemos hacer que los inmigrantes se sientan respetados, apreciados y cuidados, dice el obispo Zarama. -Foto Cortesía de Kendall McLaren, de USCCB.

P- La Iglesia Católica en Estados Unidos está viviendo un aumento considerable de feligreses hispanos. ¿Cuál es su enfoque pastoral ante esta realidad?
R- Muchas veces lo que pasa es que no se reconoce la presencia latina, pero la presencia hispana, la presencia latina, está ahí. En muchos lugares hay temor de reconocer esa realidad. Y si no se la reconoce, no se puede servir.

Aquí en la diócesis, yo creo que la mitad de la población católica es hispana, es latina. Se busca, por lo menos en mi forma de servir, que todos los sacerdotes que se forman en el seminario sean bilingües, al menos para celebrar los sacramentos, para que puedan prestar ese servicio, porque no podemos ignorar, y si no son bilingües, prácticamente no hay donde asignarlos.

Por otro lado, es el hecho de poder hacer que las comunidades al menos se sientan cómodas y reconozcan la presencia de que están allí. Porque muchas veces uno busca forzar la integración y eso no es sano. Eso es un proceso.

Las personas generalmente hacemos oración y adoramos a Dios en nuestro idioma natal. La Iglesia Católica en Estados Unidos afronta el reto de que más y más sacerdotes aprendan español para servir mejor a la creciente comunidad latina, destaca el obispo Zarama. -Foto Cortesía de Kendall McLaren, de USCCB.

P- ¿Puede ampliar un poco eso que menciona de que la integración no hay que forzarla, sino que es un proceso?
Lo que pasa es que una amistad no se puede forzar. La amistad viene en un proceso. Uno no puede forzar a alguien a que sea amigo de alguien. Y muchas veces, sin quererlo o sin entenderlo, se fuerza la aceptación de uno y otro, cuando eso no se puede.

La amistad crece en un proceso de irse conociendo poco a poco, en momentos, en eventos, en situaciones. Y eso es lo que se debe cultivar sin presionar, sin forzar, sino simplemente con una actitud abierta. Y ver que, como en toda familia, cuando llega un nuevo miembro en la familia, ese nuevo miembro en la familia cambia la rutina completamente, no por mal, sino porque hay alguien nuevo y ese alguien nuevo cambia lo que se ha venido haciendo. Que incomoda, pero que se lo acepta con alegría y se está abierto a lo que ese nuevo ser trae.

Es lo mismo con nuestra fe, es lo mismo con nuestras parroquias. Somos tan diversos y tenemos un pequeño ejemplo de la catolicidad casi en cada una de nuestras diócesis, porque nuestra Iglesia es universal, es católica, y nosotros tenemos en una forma pequeñita esa realidad.

P- Aunque parezca una pregunta retórica, ¿por qué nosotros como católicos estamos llamados a servir a los más necesitados, incluidos los inmigrantes indocumentados?
R- En primer lugar, la situación de migración de personas sin documentos. Es una situación que se ha venido viviendo aquí por siempre. Y es una situación que no hay ninguna intención política de arreglarla, porque los indocumentados son el caballito de batalla en las campañas electorales, en donde se los usa y se los manosea para ganar votos. Unos hablan de sacarlos, otros hablan de arreglarlos. Es la batalla, es lo que usan para ganar votos y una vez que se ha manoseado a las personas sin documentos, después simplemente los ignoran. Eso es un abuso. Además, es mano barata que el país necesita. Entonces, ellos no tienen ninguna intención de arreglar papeles porque es mano barata, a los indocumentados se los necesita.

Frente a esa realidad, ¿por qué nosotros tenemos que ayudar? Porque son seres humanos. Y un ser humano no puede ser manoseado, un ser humano no puede ser utilizado. Un ser humano tiene que aprender a ser respetado. A un ser humano tenemos que ayudarle a descubrir su dignidad. En medio de las circunstancias de lo que se viva, tiene que encontrar un sitio donde se sienta que es respetado, que es apreciado, que es cuidado. Y esa es la función nuestra como Iglesia.

Glenmary Farm

at Joppa Mountain
1943 Joppa Mountain Road
Rutledge, TN 37861
There are two housing facilities on our 10-acre site with enough space to accommodate groups of up to 25 people. Each house has a main living area, toilet, and shower. All living quarters have central heating and cooling.