Joven y recién ordenado como sacerdote, el padre Cavine Okello volvió de Kenia para asumir como párroco de una misión de Glenmary. Pasados varios meses, reflexiona cómo va esta extraordinaria experiencia.
Texto y fotos por Omar Cabrera
Esa noche, el padre Cavine Okello disfrutaba en Kenia con sus hermanas y otros familiares. La casa de sus padres rebosaba de risas mientras algunos preparaban la cena. La familia se había reunido para celebrar la reciente ordenación de su querido Cavine como sacerdote de Glenmary.
“Estábamos juntos, recordando historias y bromeando”, dice el padre Cavine, “esto fue solo unos días después de mi ordenación”.

Pero la situación daría un giro inesperado. Cuando la familia estaba a punto de cenar, el padre Cavine recibió un inquietante mensaje desde Estados Unidos, vía WhatsApp. El mensaje venía de uno de los miembros del Consejo de Glenmary, el órgano rector de la congregación. “Me urgía que volviera a Plymouth en cuanto aterrizara en Estados Unidos”, recuerda.
Plymouth es la ciudad de Carolina del Norte donde el padre Cavine sirvió como diácono antes de partir a Kenia para su ordenación. En el mensaje inicial, “noté una sensación de urgencia”, dice. El miembro del consejo le dijo que “había un problema de salud del padre Vic y que necesitaba regresar a la parroquia”. Debía cancelar inmediatamente cualquier otra celebración o visita de amigos en Estados Unidos.
El padre Vic Subb, párroco de la misión de Glenmary en Plymouth, fue trasladado a Cincinnati para recibir atención médica urgente tras un grave deterioro de su salud.

“Fue una sorpresa, o mejor dicho, un shock para mí”, dice el padre Cavine. “Porque el padre Vic era una persona a la que admiraba. Después de mi ordenación sacerdotal, ansiaba volver (a Plymouth) y trabajar con él. Hablábamos mucho y él creía que iba a estar aquí”.
Era mediados de febrero de este año. Apenas unos días después, el recién ordenado sacerdote de Glenmary volaba de regreso de Nairobi a Raleigh, Carolina del Norte, para inmediatamente después conducir hacia Plymouth. Junto con sus maletas, llevaba mucha incertidumbre, dice, pero también una gran fe.

La misión Santa Juana de Arco en Plymouth sirve a los habitantes del condado de Washington, en el este de Carolina del Norte. Junto con el párroco misionero, el hermano Craig Digmann, de Glenmary, también sirve en el condado. Él vive en la misma casa donde vivió el Padre Vic, y a la que el padre Cavine se mudó en el verano de 2024 como diácono.
Tomar las riendas de una parroquia misionera en Estados Unidos días después de haber sido ordenado resultó ser un desafío para el joven sacerdote keniano.
La riqueza de la diversidad
“El padre Vic dejó un gran legado”, dice Thao Pam, coordinadora del grupo juvenil de Santa Juana de Arco. “Creo que uno de los grandes desafíos es que tenemos muchas culturas diferentes en nuestra parroquia”.

Los latinos representan la mayoría de los feligreses de Santa Juana de Arco. La misión incluye un ministerio de extensión a trabajadores migrantes en una planta de mariscos a una hora de Plymouth. La comunidad parroquial también está compuesta por anglos y asiáticos, principalmente de Filipinas.
Thao, nacida en la zona en una familia de inmigrantes filipinos, también es secretaria del consejo parroquial. Ella destaca que el padre Cavine “aporta nueva energía a la parroquia”. Por ejemplo, en preparación para las clases de educación religiosa de este otoño, el padre Cavine se reunió con los catequistas y les ofreció una orientación sobre qué esperar de la formación y qué deben hacer para alcanzar esos objetivos. Y el primer día de clases, habló a los estudiantes y padres de familia sobre la importancia de los sacramentos para nosotros como católicos. El grupo, compuesto por unos 17 estudiantes y padres, incluía anglos, asiáticos y, en su mayoría, latinos.

El padre Cavine también se asegura de que los feligreses comprendan la relevancia de los sacramentos. Pone importancia en aclarar lo que se alinea con la doctrina católica y lo que no, dice el feligrés Jim Fourney. “Parece que le importa preservar la santidad de los sacramentos”.

Los sacramentos son una de las fuentes de fortaleza para el padre Cavine. Por ejemplo, dice “Vas a ver a un enfermo, lo unges, y él siente que, a través del poder de la unción, del sacramento, se siente mejor”. Ver el poder de Dios actuar de esa manera es muy reconfortante, dice el joven glenmariano.
Junto a la relevancia de los sacramentos, el padre Cavine también hace un buen trabajo manteniendo los registros sacramentales, los formularios, los nombres y la información de contacto de los feligreses, dice la catequista Rose Allen. Esto ayuda a la comunidad parroquial a impulsar los diferentes ministerios de forma más organizada.
Dirigir la parroquia misionera es “una gran tarea, pero el padre Cavine la ha manejado muy bien”, añade Thao. “De alguna manera, ha restaurado esa estructura”.
Un párroco amable y gentil

Más allá de todo lo que hace, el padre Cavine también está teniendo un impacto por la forma en que lo hace. Los feligreses lo ven como un párroco atento y accesible. “Intenta que todos se sientan cómodos”, añade Jim. “Todos los fines de semana, me da la mano y me dice ‘¡hola!’ y me pregunta cómo estoy. Es una persona muy agradable, extrovertida y acogedora”.
“Parece ser gentil y amable”, añade Rose. El padre Cavine también valora el amor de Dios y el que recibe de algunos feligreses que son especialmente cálidos. “La gente ama”, dice. “El sacerdocio es un don. Dios me ha mostrado que, en medio de la tormenta que quizás está cayendo, hay anclas a las que puedo aferrarme”.
“Siempre intento vivir un día a la vez”, dice el glenmariano. “Cuando me despierto y celebro la misa, regreso a la casa, a la rectoría, y le doy gracias a Dios. Ha sido misericordioso conmigo”.
Este artículo fue publicado originalmente en El Reto Glenmary Invierno 2025. Si quiere leer la revista completa, presione aquí.



