Un misionero sabio: Padre Bob Dalton

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Un misionero sabio: Padre Bob Dalton

Una vez un periodista lo llamó: “un cura itinerante”. El escrito se refiere al servicio que el padre Bob Dalton dio a diversas parroquias en el noreste de Mississippi, lo que nos recuerda a los ministros metodistas a caballo.
Desde que llegó a Glenmary en 1957, el padre Bob ha servido en universidades, parroquias, dirigiendo a Glenmary, dialogando con la Convención Batista del Sur, siendo líder y cordinando los programas de las iglesias entre laicos, sacerdotes y hermanos religiosos.

P: ¿Cómo fue que escuchó su llamado?
R: Esta no fue una historia edificadora, pero unos meses previos a mi graduación de preparatoria, me enviaron a la oficina del director de la escuela. Él me suspendió por unos días. Cuando estaba por salir de su oficina me dijo: “Regresa aquí. Piensa en convertirte en sacerdote. Considero que serías un muy buen sacerdote”. Así fue como llegué a Glenmary.

P: ¿Sabía usted que estaba siendo llamado?
R: Los llamados son misteriosos ¿no? Yo se lo atribuyo a la enorme cantidad de revistas que llegaban a mi casa durante mi infancia. Mi madre ahorraba dinero y lo enviaba a las misiones. Nunca he mirado hacia atrás desde que me uní a Glenmary. ¡Tengo 57 años como sacerdote y un corazón lleno de gratitud! Esto no significa que no ha habido malos días. He aprendido a perseverar.

P: Cuénteme acerca de las dificultades que lo llevaron a perseverar.
R: En la década de 1960, todo lo que había aprendido en el seminario, cambió. Cuando te encuentras viviendo solo, es muy difícil seguir al pie de la letra lo aprendido. Al mismo tiempo, el país en el Sur estaba agitado debido al movimiento por los derechos civiles, y no me sentía listo para ese cambio; no estaba preparado.

P: ¿Cómo sobrellevó eso?
R: A través de conversar con un sacerdote muy sabio. Él me animó, y las personas afro-americanas respaldaron lo que yo estaba haciendo.

P: Usted es una persona que escucha, ¿cierto?
R: Considero que una gran parte de la evangelización consiste en no contar tu historia hasta que te la pregunten. Escuchar los problemas, las cruces, las penas y las alegrías –ahí es donde Dios está trabajando en la vida de cada uno. De ahí, podemos construir.

P: ¿Por ejemplo?
R: Los inmigrantes muchas veces tienen una vida insegura. A menudo, solo necesitan que alguien los escuche y no quien les diga lo que tienen que hacer –ellos pueden resolver sus propios problemas mejor de lo que yo puedo. Necesitan a alguien que los quiera y se preocupe por ellos.

P: Usted fue consejero de alcohólicos en recuperación. ¿Qué fue lo que aprendió?
R: Usaré un ejemplo. Yo tenía un cuadro con una copia de “El Hijo Pródigo” de Rembrandt, en mi sala. Durante nuestras sesiones, leíamos la historia de Lucas 15, y después solo analizábamos la pintura. Casi siempre, me sorprendía. “Dios me ama”. Muchos había perdido el amor.

P: ¿Qué es lo que esa pintura les decía?
R: Recuerdo a un hombre joven, se paró frene a la pintura por mucho tiempo, lo que me estaba haciendo sentir incómodo. Pensé: “¿Qué hago ahora?”. Finalmente el joven dijo: “Después de todo valgo algo”.

Esta historia apareció en la edición de invierno 2019 de la revista Glenmary Challenge.