Todos somos misioneros

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Todos somos misioneros

Por P. Aaron Wessman

 

El Papa Francisco ha declarado el mes de octubre como el “Mes Misionero Extraordinario”. Es el 100 aniversario de la enseñanza que impulsó a la Iglesia a pensar creativamente acerca de su llamado misionero. Los días posteriores a la Primera Guerra Mundial, hicieron que el Papa Benedicto XV trazara una renovación con sentido más profundo de misión en su documento de enseñanza Maximum Illud. Esa renovación continúa al día de hoy.
Hace cien años, el Papa Benedicto XV habló acerca de la misión en términos de dos objetivos: La salvación de las almas y Sembrar la Iglesia. Estos dos objetivos fueron ratificados durante el Vaticano II, dentro de un sentido renovado de misión. De esa forma, buscamos no simplemente un sentido místico de misión, tampoco el sentido colonizador-conquistador de la misión, que consideramos en el pasado. La misión, en la actualidad, ha enmarcado “la salvación de las almas” en el contexto de entendimiento holístico, integral y hasta cósmico de la salvación.
Sí, la Iglesia es aún preocupada por la salvación de los individuos y, fiel a la Escritura, sostiene que cada individuo tendrá que rendir cuenta por su vida. De esa manera, entendemos más ampliamente que la salvación y redención de toda la persona, que existe dentro de una cultura particular, es parte del pueblo y está tejida al tapiz de la creación.
En segundo lugar, la necesidad de “cimentar la Iglesia” es reinterpretada a la luz de la teología del Reino de Dios. El Reino de Dios es más que un pedazo de tierra o un grupo de personas. Es lo más comprensivo y eterno, la realidad final de Cristo hacia donde la Iglesia se está dirigiendo.
Este entendimiento se interpreta en diferentes formas prácticas. Por ejemplo, que la Iglesia puede no estar bien sembrada en un territorio partícular, no significa que Dios no haya estado presente y activo en las vidas de las personas. No significa que el Reino, al menos sus inicios, no existiera en estos territorios antes de que los cristianos llegaran. Es más, sólo porque una persona no tenga acceso a una “iglesia sembrada” no lo excluye de su participación en ella, o su contribución al Reino de Dios.
Finalmente, el fin último de la misión de la Iglesia no es simplemente establecer la Iglesia, por importante que sea. El fin último de misión es el Reino de Dios: reino que solamente existirá al final del mundo.
Entonces, permítanme proponer tres temas para que reflexionemos, en nuestra cultura, en nuestra familia de Glenmary, en el 100 aniversario de Maximum Illud.
Cuidado de la Creación Toda la creación puede ser un medio de gracia que ponga en peligro el trabajo misionero de la Iglesia. Aunque caído, el cosmos ha recibido orden de proclamar la Gloria de Dios. La extensión del universo, o la belleza de una flor, se organizan para llevar a las personas a la plenitud de la realidad de la salvación.
Colaboración y Diálogo La Iglesia no puede ver su misión como una frontera extendida entre la Iglesia y el mundo “de afuera”. Lo que se requiere de los misioneros, por lo tanto, es un compromiso para dialogar con el mundo y determinar, tanto como sea posible, cómo el Reino ha sido parte del mundo, y cómo las personas pueden ser invitadas a tener una relación más profunda con el Señor del Reino, Jesucristo.
Invitación Amplia
La antigua mentalidad de los católicos, ha sido que los misioneros son hombres y mujeres religiosos que son enviados a tierras de misión. Nosotros entendemos ahora, totalmente, que todos los cristianos, por nuestro bautismo, somos llamados a ser misioneros. Todos, no se refiere a una tierra lejana, o a nuestras misiones nacionales, sino a que cada cristiano es llamado a una misión en específico, para ser vivida en el mundo. La misión, después de todo, es el corazón latente de la Iglesia.

DERECHA: El padre Aaron Wessman, S.T.D., Ph.D., es el primer vicepresidente de Glenmary. Tiene un doctorado en teología sistémica, con énfasis en misiología, de la Universidad de Leuven en Bélgica. Recientemente sirvió como pastor en los condados de Bertie y Washington en Carolina del Norte.