Tan lejos y a la vez tan cerca

Noticias

Tan lejos y a la vez tan cerca

A una hora de la parroquia más cercana, una comunidad de trabajadores temporales mexicanos simboliza la esencia de la vida misionera de Glenmary.

Los padres Richard Toboso (centro) y José Carlos Miguel concelebran misa para la comunidad de trabajadores de Mattamuskeet, en Carolina del Norte. -Foto por John Feister.

Por Omar Cabrera

Los padres Richard Toboso y José Carlos Miguel López han manejado una hora para llegar hasta aquí. Hoy visitan una comunidad de trabajadores mexicanos temporales en una planta de procesamiento de cangrejo.

Aquí no hay una linda iglesia con vitrales y bellas imágenes donde celebrar misa, sino casas móviles desvencijadas esparcidas en un terreno junto a la fábrica de mariscos. La Eucaristía tendrá lugar en una cochera con apenas un techo y pilares de metal, sin paredes, con piso de tierra, sin aire acondicionado ni altar formal.

Alrededor cacarean gallinas enjauladas, hay trozos de madera apilados junto a algunas de las casas, y un oxidado barril sobre ladrillos de cemento que sirve como estufa artesanal.

El momento de compartir la paz es uno de los más emotivos para esta comunidad religiosa. -Foto por John Feister.

Es la zona costera de Carolina del Norte. El lugar se llama Mattamuskeet. A pocos kilómetros de aquí, se ubican destinos donde los turistas llegan a relajarse y disfrutar del mar. Destinos turísticos tan cercanos, pero a la vez tan lejanos para estos trabajadores, en su mayoría mujeres, que no tienen vehículo propio para llegar hasta allá.

Pero la pobreza material de esta comunidad contrasta con su entusiasmo y fervor religioso. “Venimos de la religión católica muy firme”, dice María Cerino. “EnTabasco (México), tenemos muy firme nuestra fe y en dondequiera que estemos, para nosotros es importante tener una celebración, porque es un encuentro con Cristo cuando nosotros estamos en una misa”.

María explica que desde que el padre José Carlos fue ordenado, este año, él y padre Richard llegan a celebrar misa cada dos semanas. Antes, lo hacían una vez al mes. Glenmary lleva ya cerca de seis años sirviendo a esta comunidad.

Un ambiente festivo

Tocando la guitarra, Rosario Velásquez, el compañero de vida de María, canta durante la misa. Esta vez también le acompañan José Pacheco, quien ha llegado desde Plymouth junto con los sacerdotes. Por momentos, también le pasan el micrófono a Sofía, la nieta de cinco años de María, quien con su voz infantil, pone algunas notas de ternura desde la primera fila.

Unas 25 personas asisten a la misa, pulcramente vestidas como si estuvieran en la iglesia en una ciudad.

Padre José Carlos Miguel López.

“El carisma de Glenmary es para salir de nuestra zona de confort, de nuestro templo, e ir a donde la gente nos necesita”, dice el padre José Carlos, al explicar por qué sirven a esta comunidad aunque tengan que conducir durante más de dos horas para venir y regresar a su hogar en Plymouth.

“El Papa Francisco remarca que tenemos que oler como las ovejas y eso es lo que nosotros tratamos de hacer, que a veces uno es el que tiene que ir a buscar las ovejas donde ellas están”, agrega el padre José Carlos. “Lo hacemos porque es nuestra misión, aparte de que es un mandato del Papa”.

Como la viuda del Evangelio

Al terminar la misa, la comunidad sigue unida en torno al pan. Esta vez, el platillo es pollo con mole que los feligreses degustan junto a sus dos sacerdotes y otros parroquianos de la misión en Plymouth que los acompañan.

“Siempre nos dan de comer”, dice el padre José Carlos. “Yo creo que ese es un signo del amor y la apreciación que ellos tienen hacia nosotros. Ellos reflejan muy bien la historia de la viuda que lo da todo, en la Biblia. Tienen claro que hay más alegría en el que da que en el que recibe”, añade el sacerdote.

Es un amor bien correspondido. Además de celebrar la misa y hacer confesiones, los padres de Glenmary también llevan a la comunidad paquetes de alimentos que los feligreses de la misión en Plymouth han donado.

Media vida entre México y EE. UU.

María Cerino (Der.) es la principal organizadora de la comunidad religiosa de Mattamuskeet. -Foto por John Feister.

María cuenta que ella y otras personas comenzaron a viajar de Tabasco a este lugar, con visas temporales de trabajo, hace ya tres décadas. Hoy, unas 70 personas, todas mexicanas, trabajan en la planta de procesamiento y empaque de carne de cangrejo.

En los inicios, no fue fácil conseguir un sacerdote que llegara a oficiar misa, recuerda María. Por eso, ahora que Glenmary ha prometido y está cumpliendo con dos misas por mes, más y más personas pueden recibir los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación.

Al terminar la comida y una amena convivencia, sacerdotes y feligreses se despiden. El padre Carlos dice que esta parte del ministerio suyo y del padre Richard implican esfuerzo. “Algunas veces, regresamos a casa a las nueve, nueve y media de la noche, y al final sientes como que: OK, hice algo muy lindo hoy. La gente, al final se queda bien feliz porque tuvieron su misa, tuvieron esa chanza de confesarse. Y es lo más hermoso. Lo espiritual lo abarca todo, y ese es el regalo más grande que uno pueda tener”, dice padre José Carlos.

Trabajadores estacionales mejicanos de la planta de mariscos de Mattamuskeet captados en plena labor. -Foto por John Feister.