“Dios, me diste una vida maravillosa”

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“Dios, me diste una vida maravillosa”

Diagnosticado con cáncer terminal, el padre John medita sobre el valor y la importancia de la vida.

Por más de 40 años, el padre John Brown trabajó como sacerdote misionero de Glenmary.
—Foto por John Feister.

Algunos temas son más fáciles de tratar que otros. Cuando al padre John Brown, de Glenmary, le diagnosticaron cáncer por primera vez hace seis años, se dedicó a combatirlo. Tuvo éxito repetidamente, pero su oponente físico pronto puede ganar esta batalla. Eso es lo que dice el médico.

El padre John vive actualmente en Delphi, Indiana, y oficia Misa en parroquias de la zona. A tres horas en auto se encuentra Cincinnati, donde él visita a su médico, cerca de la que podemos llamar la casa madre de Glenmary.

Pese al cáncer, el padre John espera lo mejor, pero ha crecido en su aceptación de lo que San Francisco de Asís llamó, “hermana muerte”.

“No quería hablar mucho de eso (el cáncer) al principio”, dice el padre John. Pero luego conversó con algunos feligreses que le ayudaron a sentirse aliviado.
—Foto cortesía de La Santísima Trinidad.

Hay lectores que tal vez prefieran no hablar de cosas tan graves; ¡entonces, usted podría dejar de leer ahora, pero siga adelante! El padre John aprovecha la oportunidad de su eventual fallecimiento como un momento para reflexionar sobre la vida. Platicamos con él cerca del final de su última asignación, en la misión en el condado de Martin, Carolina del Norte, hablando, precisamente, de la vida. Después de cenar, regresamos a su improvisada oficina del día, una mesa puesta entre las bancas delanteras y el altar. “El aire acondicionado está apagado aquí”, dice, con una sonrisa. Luego empieza a hablar.

“Hace cinco años, me dieron una probabilidad de 50 a 50 de vivir un año, y dije ‘¡Guau!’ Consciente de que todos estamos de paso en este mundo, el padre John reflexionó humildemente sobre nuestra fragilidad humana. “Soy parte de eso, parte de la obra de Dios al pasar”.

Pero el suyo no fue un desapego ingenuo. Admite que le teme al dolor y que algunos de sus procedimientos médicos han sido dolorosos. No es sorprendente. También ha tenido tristeza. “Tuve algo de frustración cuando volvió (el cáncer), y creo que a veces está relacionado con la ira”.

Trató de negociar con Dios: “Dios, hay mucho que hacer en esta misión y estamos haciendo planes juntos para hacer crecer y expandir esta iglesia. Entonces, ¿por qué quieres llevarme ahora?’”. Le ayudó hablar de esto con una feligresa enfermera.

“No quería hablar mucho de eso, localmente, en mi parroquia”. Pero sí habló con otro feligrés sabio que le dijo: “He vivido mucho tiempo y he visto a un montón de gente muy buena que venía y se iba, y la parroquia sobrevivió”. El padre John admite: “Es bueno saberlo de otra persona. La parroquia sobrevivirá”.

‘Dios se está riendo’

Lentamente, como lo hizo el Job bíblico, como lo hace cada persona eventualmente, el Padre John está aprendiendo a aceptar que Dios hace lo que hace, nos guste o no. “Uno de los cambios en mí en los últimos meses es mi capacidad de decir: ‘hágase tu voluntad’. Dios, estás en el presente, estás en el pasado, estás en el futuro. Ya sabes la hora, y es solo una cuestión de cuándo me lo harás saber. Mientras tanto, seguiré viviendo”. Esto resuena con la Sierva de Dios hermana Thea Bowman, quien, enferma de cáncer, diría: “¡Déjame vivir, hasta que muera!”.

A los 68 años, se siente como si fuera un hombre joven. “Siempre pensé que llegaría a los 84, luego me quedaría sin gasolina”. Pero él sabe que la vejez no se da por sentada.

El padre John Brown sirvió como párroco en la misión La Santísima Trinidad, en Williamston, Carolina del Norte. Ahí, él aprendió cómo el cáncer cambia una vida. Ahora, dice, “espero con ansias el gozo del cielo”.
—Foto por John Feister.

Como exestudiante de Biología, él se maravilla del cuerpo que Dios le ha dado. A pesar de su cáncer, no se siente defraudado. “Hay tantos miles de cosas sucediendo cada minuto en el cuerpo. ¿Cuál es la sorpresa si alguna sale mal? Es mejor decir: ‘Dios, mira esta vida maravillosa que me diste’. Nuestra vista, nuestra visión, nuestra memoria, nuestra capacidad de amar a las personas, nuestra capacidad de orar. Esos son todos regalos de Dios”.

“Ciertamente, el sufrimiento no es lo que más me gusta”, reconoce. “Durante años le dije a Dios: ‘Está bien, Dios, te ofreceré todo tipo de cosas, dificultades, frustraciones, cosas así. ¡Pero no me quites la salud! No me gusta estar enfermo’”. Cuando comenzó a enterarse de sus problemas de salud, este hombre de oración no pudo evitar reírse. “Fue como: ‘Está bien, Dios, ¡quizás creas que esto es divertido y en cierto modo lo es!’”. Pero luego agrega una nota más seria, tal vez incluso una nota sagrada: “‘No’, dice Dios. ‘Quiero todo lo que tienes, no solo lo que quieres darme’”.

Cuando el padre John se enteró por primera vez de que su cáncer había regresado, no hace mucho tiempo, pensó que lo resistiría en Carolina del Norte. Pero pronto quedó claro que le faltaba energía, por lo que necesitaba dejar atrás su apretada agenda.

Ahora, dice, “espero con ansias el gozo del cielo”.
—Por John Feister.