GLENMARY CONTRATA A LA FAMILIA MISIONERA TAVARES
Glenmary contrata a la familia misionera Tavares
Marco Tavares y su esposa Daisy vivían una crisis matrimonial que estaba acabando con su familia. “Estuvimos a punto de divorciarnos. Yo tuve un intento de suicidio”, dice Marco, al recordar aquel periodo negro.
Los Tavares habían emigrado a Estados Unidos desde Ciudad Juárez, México, en el año 2000. Venían en busca de una vida mejor y ahora todo parecía perdido; pero Dios tenía una segunda oportunidad para ellos.
Daisy comenzó a ir a una iglesia católica en Albuquerque, Nuevo México, donde la pareja vivía con sus tres hijos. Luego, el esposo siguió su ejemplo. “Empezamos a integrarnos a la parroquia. Empezó una conversión, un proceso de sanación”, recuerda Marco.
Ahora, los Tavares dedican su vida a predicar la palabra de Dios a través de retiros, reuniones presenciales y por video, así como otras modalidades que han desarrollado en estos años de servicio pastoral.
Glenmary inició una relación de trabajo con los Tavares en febrero de 2020. A pesar de la pandemia, “ellos hicieron varias de las que nosotros llamamos misiones católicas, que son cuatro o cinco días proveyendo educación, catequesis, reflexiones, música, oraciones, comida…”, asegura el padre Aaron Wessman, primer Vicepresidente de Glenmary.
El trabajo de la familia funcionó “supremamente bien”, añade el padre Wessman.
Pero, ¿cómo pasaron los Tavares de una aguda crisis familiar a convertirse en misioneros católicos? Marco relata que allá por el año 2010, cuando ellos se integraron a su iglesia, comenzaron un proceso de sanación y conversión. Poco después, empezaron a recibir invitaciones para compartir su testimonio con diferentes grupos. Su sacerdote les dijo que probablemente Dios quería que le sirvieran ayudando con sus charlas a que otras parejas también se convirtieran.
“Fue un proceso de dos años de discernimiento, hasta que Dios nos dio todas las señales de que esa era su voluntad”, dice Marco. Una de esas señales fue un ultimátum que él recibió de su jefe en el restaurante donde trabajaba. Le dijo que escogiera: o su trabajo, o la iglesia.
Marco eligió la iglesia. “Fue una transición de pasar de tener un sueldo seguro a vivir de la Providencia”, destaca. No percibían un salario, sino solamente las ofrendas que les daban en cada misión.
Ahora, Marco, Daisy y sus tres hijos viven en un vehículo recreativo (RV) en el que viajan de misión en misión. Siempre los acompaña su perrito Georgy. El auto lleva atrás un rótulo que dice “Familia Misionera Tavares”, con el rostro de Jesús. Adonde quiera que sus misiones los llevan, van de la mano de él.
-Omar Cabrera